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Contexto histórico y filosófico de los autores de la Historia de la Filosofía

Pequeña ayuda para contextualizar a los autores que están incluidos en las PAU de Castilla y León

Introducción. Platón y Aristóteles

A la hora de comentar un texto filosófico , es preciso comenzar siempre con una breve contextualización. Esta tarea es la que, a nuestro entender, comprende parte de lo que en los comentarios de las PAU aparece como “indicar el sentido del texto”. Para facilitar esta tarea, sugerimos aquí algunas de las variables fundamentales desde las que se puede entender a los autores que forman parte del temario de la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato. Como en todos los textos, se trata de un documento que debe ser complementado con el trabajo en clase, y que pretende tan sólo ser una pequeña orientación, siempre discutible y, cómo no, criticable. Dibujaremos aquí un esbozo, apenas una caricatura, que nos pueda ayudar en el comienzo de nuestra reflexión, pero que sin lugar a dudas debe completarse para hacer una buena contextualización. Que nadie piense que basta con aprenderse esto de memoria para contextualizar bien al autor. Más bien, lo que sigue aspira a ser un aliento para la propia reflexión, de modo que si el alumno no ha asimilado las ideas que aparecen, no podrá explicar bien el contexto histórico y filosófico del autor de que se trate. Sencillamente, aspiramos a poner en común un material que mejorará y será útil en la medida en que sea discutido, debatido y asimilado dentro del aula.

Platón

El vector fundamental desde el que hay que interpretar la filosofía platónica es, probablemente, su intención practica, y, siendo más concreto, su finalidad política. El mismo Platón cuenta que, en un principio pensaba dedicarse a la poesía. Sin embargo, la condena a muerte de Sócrates, cuyo magisterio marcó profundamente a nuestro autor, le lleva a ocuparse de problemas políticos. La gran pregunta del sistema platónico es ¿quién debe gobernar?, o, dicho de otro modo, ¿cómo organizar un sistema político que sea justo? La preocupación política y, en el contexto griego, moral, de la filosofía platónica atraviesa todos los diálogos, y se convierte en el tema central de la República, obra en la que Platón nos presenta precisamente su modelo ideal de Estado.

Al margen de la contextualización histórica (el Platón de “su” tiempo), no podemos perder de vista una contextualización filosófica. Como ya hemos señalado antes, la influencia de Sócrates sobre Platón es esencial para comprender su filosofía, sobre todo en temas como la búsqueda del universal o la concepción de la virtud asociada a la sabiduría. Ampliando un poco más la perspectiva, se comprueba también que la filosofía platónica es un intento de superar el callejón sin salida en el que había quedado el pensamiento metafísico con el enfrentamiento de Parménides (el ser entendido como permanencia) y Heráclito (el ser como algo cambiante). La teoría platónica pretende superar este problema mediante la duplicación de los mundos, correspondiéndose el mundo de las Ideas con el ser parmenídeo, y el mundo de las cosas con el cambio heraclíteo.

Aristóteles

La filosofía aristotélica destaca, sobre todo, por su complejidad. Tras 20 años de aprendizaje junto a Platón, comienza a desarrollar su propia filosofía, por lo que construir una única contextualización será siempre problemático. Sin embargo, parece razonable quedarnos con las obras de Aristóteles más maduras, en las que las influencias platónicas han ido perdiendo fuerza. Así, hemos de entender a Aristóteles siempre como un naturalista, un auténtico amante de la naturaleza. Su intención es realista: los problemas de la realidad deben resolverse desde la propia realidad, y justificando la necesidad de los conceptos que se vayan construyendo. La filosofía debe afrontar los problemas reales sin esquivarlos. No en vano se considera a Aristóteles el fundador de la biología y también uno de los primeros empiristas de la historia. Su ética se construye sobre la observación de la realidad: las virtudes no son innatas, ni se aprenden de un modo puramente teórico. La “práctica”, el hacer, es la clave para llegar a ser virtuoso. Y esta dimensión empírica aparece también en su política, en la que busca un modelo que puede variar en función del pueblo al que se aplique, y no una “Idea de Estado” que deba realizarse. Este realismo o naturalismo no sólo fue una “actitud vital” sino que también confiere a Aristóteles un lugar propio dentro de la Historia de la Filosofía: un lugar que no sólo le opone a su maestro Platón, sino que también trata de solucionar el problema del cambio (Heráclito-Parménides) desde la misma realidad, como podemos comprobar en su Física y en su Metafísica.

Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham

Tomás de Aquino

No se puede comprender su filosofía sin analizar las relaciones que a lo largo de la edad media se dan entre razón y fe. Hay que tener en cuenta que en todo este periodo la filosofía está subordinada a la teología, y que las relaciones entre ambas disciplinas serán a la vez íntimas y tensas. Así, la tarea que se propone Tomás de Aquino será precisamente construir una síntesis entre filosofía y religión. Será esta la segunda gran síntesis del cristianismo (la primera fue realizada por Agustín de Hipona, al sintetizar el cristianismo con el platonismo). Si, desde la filosofía, el resurgir de Aristóteles era algo incuestionable, era urgente y necesario mostrar que el cristianismo podía también ajustarse a las categorías aristotélicas. Si aquella religión que armonizara con la filosofía de Aristóteles sería considerada la “verdadera”, Tomás de Aquino se propone mostrar la verdad del cristianismo, algo que, por si fuera poco, ya habían comenzado a desarrollar en otras religiones, con autores como Averroes, en el caso del Islam, o Maimónides respecto al judaísmo. Las influencias aristotélicas son claras en la filosofía tomista, pero también se advierten ideas de los autores citados, así como de otros pensadores como Avicena o argumentaciones neoplatónicas, por lo que su filosofía es un sistema complejo y difícil de abarcar bajo una sola categoría. Tomás de Aquino dedicó toda su vida a escribir su obra y a elaborar todo su sistema teológico, y asumió como propio este trabajo de compatibilizar la filosofía con la religión. Si tenemos en cuenta que a comienzos del siglo XIII algunas de las obras de Aristóteles estaban en las listas de títulos prohibidos, su aportación cobra aún más valor, y la originalidad de su pensamiento queda fuera de toda duda.

Guillermo de Ockham

El pensamiento de Guillermo de Ockham resulta especialmente adecuado para comprender lo que supuso, en filosofía, la transición de la Edad Media al Renacimiento y a lo que posteriormente sería la Modernidad. Por eso, quizás lo más llamativo de este autor sea el hecho de que representa un puente entre estas dos épocas, de modo que podemos encontrar en él conceptos típicamente medievalistas, a la vez que anticipaciones de ideas que serán esenciales en la modernidad. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en su agnosticismo fideísta: por un lado, se niega la capacidad de la razón para demostrar la existencia de Dios, con lo cual ésta puede ocuparse (por fin) del estudio de la naturaleza sin ningún tipo de obstáculos. Esto puede interpretarse como un precedente del papel que la razón jugará en la modernidad. Sin embargo, como contrapunto, Ockham defiende que la existencia de Dios es una “verdad de fe” que nos es dada por medio de la gracia, con lo que la teología sigue siendo una ciencia superior respecto al resto de disciplinas. Su teoría de los universales, expresada en el nominalismo, anticipa también algunas de las ideas que después serán defendidas por los empiristas. Igualmente, Ockham es uno de los primeros autores en defender la separación del poder político y del poder religioso, secularización que arrancará precisamente a partir del siglo XVI. A nivel ético, su crítica al naturalismo tomista y su convencionalismo ético se adelantan también unos cuantos años a ideas que sólo en la modernidad serán desarrolladas de un modo sistemático. Ockham representa por ello la muerte de la edad media y el surgimiento de una nueva forma de pensamiento que comenzará con el renacimiento y culminará en la modernidad.

René Descartes y David Hume

René Descartes

La filosofía de Descartes surge en un contexto muy particular: la revolución científica del siglo XVI (geocentrismo aristotélico-heliocentrismo copernicano) y la reforma protestante, provocaron diversos conflictos pues la ciencia y la religión se veían acosadas por la duda. Ante esta situación, que podríamos llamar crisis de fundamentos, Descartes trata de encontrar una filosofía en la que el error no tenga cabida, y esté garantizada la consecución de la certeza. De ahí la preocupación cartesiana por evitar el error y llegar al conocimiento de la verdad. Su método está inspirado en el de resolución-composición de la escuela de Padua, a la que perteneciera Galileo, e intenta ser una garantía de verdad. A la vez su proyecto de ciencia unificada (como aparece en la metáfora del árbol) responde precisamente a la necesidad de encontrar una articulación interna en el conocimiento que posibilite el progreso imparable del mismo. Si la inteligencia es única, el problema ante la diversidad de opiniones o teorías será eminentemente un problema de método, del camino por el que dejamos que nuestra inteligencia discurra. La influencia que sobre sus ideas ejercen las matemáticas nos ayuda también a comprender su propuesta: si en matemática hay consenso, habrá que buscar un método que se aproxime lo más posible al de la matemática. El racionalismo cartesiano aparece así no sólo como una respuesta a inquietudes y necesidades de su tiempo, sino también como una de las corrientes más importantes de la filosofía occidental, no sólo por sus consecuencias filosóficas, sino porque se convierte en el auténtico fundamento del progreso científico de toda la modernidad. De ahí que las aportaciones cartesianas a otras ciencias como la misma matemática o la física sean al menos tan importantes como lo fueron dentro de la filosofía.

David Hume

Hume destaca por ser uno de los máximos representantes de la Ilustración británica. Su pensamiento será, en consecuencia, eminentemente práctico. No en vano, su aspiración era llegar a ser “el Newton de las ciencias morales”. Sin embargo, al no lograr este objetivo, el filósofo escocés derivará hacia el escepticismo, convirtiéndose, junto a Locke, en uno de los fundadores del empirismo. Su crítica al racionalismo y a la metafísica entendida como ciencia ha ejercido una enorme influencia en toda la filosofía occidental. Y no se trata sólo de que despertara a Kant de su “sueño dogmático”. Por si esto fuera poco, sus ideas se han prolongado en filósofos como Russell o Popper, y la crítica al razonamiento inductivo ha jugado un importante papel en la filosofía de la ciencia. A la vez, el cuestionamiento del razonamiento causal que subyace a su filosofía y la crítica a ideas como la de sustancia o yo, han sido debatidas a lo largo de toda la historia de la filosofía. En el terreno moral criticó la falacia naturalista (el salto del “ser” al “deber ser”) y su emotivismo moral se ha convertido también en una constante del pensamiento anglosajón. Las aportaciones de este autor en temas como la historia, la religión o la política no han recibido la atención que debieran, debido probablemente a que estas ideas han sido eclipsadas por el empirismo. Pese a esto la crítica que plantea a la religión y su defensa de la necesidad de adoptar un enfoque histórico para comprender el origen y desarrollo de aspectos culturales, religiosos o políticos, recobrarían después una especial relevancia en todo el siglo XIX, tanto en los filósofos de la sospecha (Marx, Freud, Nietzsche) como en las corrientes historicistas.

Immanuel Kant y Karl Marx

Immanuel Kant

Kant es sin lugar a dudas el mayor filósofo alemán del siglo XVIII, y uno de los más entusiastas impulsores de la Ilustración. Desde un punto de vista estrictamente filosófico, cabe destacar la titánica tarea crítica que Kant se propone, sometiendo a la razón teórica y a la razón práctica a un riguroso examen. Como resultado de éste, se logrará una deslumbrante síntesis de racionalismo y empirismo en cuanto a la razón teórica se refiere, y una nueva teoría ética, el formalismo, que rompe con todos los planteamientos anteriores. Por si esto no fuera suficiente, Kant enlaza ambas formas de razón en la Crítica del Juicio, en la que estudia la finalidad de la naturaleza y el juicio estético. Por supuesto, tal cantidad de aportaciones ejercerá una influencia nada desdeñable en toda la actividad filosófica posterior, y llegará hasta nuestros días. Pero, dejando a un lado la perspectiva filosófica, hay que destacar el papel que jugó Kant en su tiempo. Sus reflexiones sobre aspectos prácticos como la Historia , la Política o la Religión fueron discutidas en su época, y Kant fue una de las personalidades más influyentes del panorama intelectual europeo del siglo XVIII. En concreto, centrándonos en Idea de una historia universal con propósito cosmopolita, la filosofía de la historia kantiana defiende la función del conflicto dentro de la historia (las relaciones con Hegel o Marx son a este nivel evidentes), y plantea también cuál es la finalidad de la historia humana. Por todo ello, Kant es sin lugar a dudas uno de los autores más influyentes de toda la modernidad, y se ha convertido en un punto de referencia inexcusable en campos tan diversos como la ética, la teoría del conocimiento, la estética o la filosofía de la historia.

Karl Marx

El fundador del socialismo es uno de los pensadores más controvertidos de la historia. Su pensamiento ha sido reinterpretado por muchos de sus seguidores, y a menudo es complicado separar aquello que está en los textos del propio Marx de aquello que ha sido repensado posteriormente, o incluso del pensamiento de Engels, el más íntimo colaborador de Marx. Por eso, para contextualizar a Marx, puede resultar de ayuda comenzar fijándose en sus precedentes: el pensamiento del alemán representa una inversión del sistema hegeliano, y un intento de convertir la filosofía en un ejercicio práctico de transformación de la realidad. La dialéctica del espíritu hegeliano se transforma en la dialéctica de la materia en Marx, y en el materialismo histórico, cuando de la comprensión de los asuntos humanos se trata. Igualmente, retoma la crítica de Fuerbach a la religión (pese al distanciamiento respecto a este mismo autor). Además, hay que tener en cuenta en todo momento que Marx es más un economista que un filósofo, y para comprender sus ideas es necesario ser capaz de seguir los razonamientos económicos que aparecen en obras como El Capital. Junto a esta caracterización teórica, no podemos dejar de lado la participación directa de Marx en el movimiento obrero del siglo XIX. Todo ello, ha hecho que Marx sea uno de los filósofos de los que beben numerosos autores y corrientes filosóficas de todo el siglo XX.

Friedrich Nietzsche, José Ortega y Gasset y Bertrand Russell

Friedrich Nietzsche

El pensamiento de Nietzsche consiste precisamente en la negación del pensamiento. Entre sus precedentes cabría citar a Schopenhauer, del que toma el concepto de voluntad. El resto de la tradición filosófica será también dominada por Nietzsche, pero no precisamente para defenderla sino para construir contra ella una de las mayores críticas que se han formulado nunca en contra de la filosofía, desde Sócrates hasta Marx. Por eso, la obra de Nietzsche es una auténtica bomba filosófica, que para muchos representa el suicidio de la filosofía: ideas como la muerte de Dios, la voluntad de poder, el eterno retorno y la transmutación de los valores, su concepción del nihilismo, la crítica a la moral, o la conversión de la existencia en un fenómeno estético convertirán a Nietzsche en el verdugo de la filosofía y de la civilización occidental. A todo esto, hay que sumar su profundo conocimiento del arte, particularmente de la tragedia griega a la que dedicará su primera obra (El nacimiento de la tragedia), pero también su dominio de la filología clásica, que le llevará a utilizar por primera vez el método genealógico. A través de éste, conseguirá demostrar en su Genealogía de la moral que los conceptos morales tienen también un origen y una evolución histórica, y que no se basan en conceptos o definiciones trascendentes o universales. La filosofía de Nietzsche sigue ejerciendo su influencia sobre numerosas corrientes actuales, y está en la raíz de un hondo debate que aún hoy tiene planteado la filosofía: el que contrapone el proyecto moderno con una superación del mismo, que sería precisamente la posmodernidad.

José Ortega y Gasset

Hablar de precedentes en el caso de Ortega, es tremendamente complicado. Su espíritu impetuoso era capaz de realizar auténticas “síntesis” filosóficas, que incluían toda la tradición filosófica anterior y a la vez proponían una nueva alternativa: entre el Idealismo y el realismo, el perspectivismo ; entre el racionalismo y el vitalismo, el raciovitalismo. Por ello, no es errado decir que Ortega bebió de todas las corrientes precedentes, y a todas las aportó un toque de originalidad que señala sus deficiencias, pero también sus virtudes. Su pensamiento tiene un carácter incluyente, que no reniega de enfrentarse a grandes problemas de su tiempo, como la propia situación política y social española, y fue un encendido defensor del aperturismo de España y del europeísmo, lo que se puede ver en obras como La rebelión de las masas, o La España invertebrada. En el paseo por la historia (y por su presente) que representa su filosofía, Ortega va sembrando fecundas ideas, que serían aprovechadas, de un modo más sistemático, por muchos de sus contemporáneos, de modo que su filosofía no ha recibido siempre el reconocimiento que merecía. Si la reflexión orteguiana se entrega al todo (histórico y filosófico) de la realidad, sus influencias sobre autores posteriores son innegables, especialmente en el panorama filosófico español (basta con mencionar a la escuela de Madrid y a Julián Marías como uno de sus representantes), que en cierta forma Ortega revolucionó por medio de su filosofía. No se puede olvidar tampoco la labor intelectual de Ortega dentro de revistas como “El espectador” o “Revista de Occidente”, un síntoma más de su compromiso con la difusión de la cultura.

Bertrand Russell

El trabajo filosófico de Russell fue tan fecundo como su propia vida. El contacto con sus textos transmite su compromiso con una concepción seria y honesta de la filosofía, abordando todos los problemas con un rigor excepcional. Su interés por la filosofía del lenguaje cristalizó en el atomismo lógico, uno de los precedentes de la filosofía analítica. En la misma época trabajó duramente en la filosofía de las matemáticas en colaboración con Whitehead, con el que escribió una de las obras clave de esta disciplina: Principia mathematica. Recorre toda su filosofía un agudo sentido crítico y una preocupación empirista y realista: rechazó el idealismo de su tiempo y siempre se mostró partidario por hacer filosofía desde la realidad. Su tarea filosófica trascendió el trabajo académico: su compromiso social y político a favor de causas como el pacifismo o las manifestaciones antinucleares lograron dar un mayor eco a ambos movimientos. Russell no escatimó esfuerzos, tratando de involucrar también a otros intelectuales y científicos en ambas causas, llegando a crear al final de su vida dos fundaciones a través de las cuales canalizar esfuerzos e iniciativas. Si todo lo expuesto es ya suficientemente significativo, no quedaría completa esta breve contextualización si no hiciéramos referencia a la amplitud y diversidad de temas que abordó Russell en sus obras: lenguaje y matemáticas representan sólo el inicio de una larga serie que habría que completar con educación, sexualidad, política, ética, economía, pacifismo, teoría del conocimiento, metafísica… desplegando en todos ellos un sentido crítico muy característico. Lejos de buscar la especialización, Russell se entregó al pensamiento con la misma intensidad con la que disfrutó su larga vida, convirtiéndose con justicia en una de las referencias filosóficas ineludibles del siglo XX.