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Max Weber: democracia, plutocracia y "Yes we can"

De Weber a podemos: ¿Plutocracia o democracia?

Estamos enfrascados en el tema del poder en 1º de bachillerato. Uno de los autores que aparecen en el mismo es Max Weber: nos dedicamos a ir desgranando algunas de las ideas centrales de La política como vocación. Varias de las ideas que presenta el autor alemán en esta conferencia merecen un comentario. Ya no nos extraña, pero es curioso pensar que hasta hace bien poco no existía eso del "político profesional", que no deja de ser un invento de la democracia parlamentaria. Es más: no nos hemos conformado con eso, sino que con el afán de hacer ciencia de todo lo que tocamos, nos hemos inventado eso de las "ciencias políticas", pensando que la política pueda ser una ciencia. Social, claro. Y creyendo, quizás ingenuamente, que quienes estudian esto en la universidad son quienes están llamados a dirigirnos. A este respecto, hay una distinción de Weber que resulta reveladora: hay quienes viven "para" la política y quienes viven "de" la política. La propia actividad públia impone una serie de condiciones económicas y un bienestar material, que veta este camino a quien carece de recursos, y por eso no vivimos en una auténtica democracia, sino más bien en una plutocracia. Hay familias de poderosos, ligadas a grandes empresas, o a grandes partidos. Apellidos que siempre han estado ahí, y siempre lo estarán, porque al final la oligarquía impone. La política, entonces, es cosa de ricos.

 

Cabría preguntarse si esta idea de Weber se ha quedado anticuada con la irrupción de los nuevos partidos, que en teoría han abierto más la participación. Ese idealismo, esa ingenuidad, que recorre el "Yes, we can" de Obama, hasta el "sí se puede" que nos rodea, habría roto por fin ese cerco plutocrático, permitiendo el acceso de todos al poder. Se nos vende la historia del ex presidente de EEUU como la de un negro de familia pobre que llega a la presidencia. Dejando de lado todos los mecanismos de poder que van de su graduación en la universidad a su elección como candidato del partido demócrata. También podemos, en nuestro país, se presenta como ejemplo de apertura. Cualquier podria, en teoría, ser candidato a diputado o concejal. El caso es que después se revisan los perfiles de quienes realmente ostentan el poder y la sospecha plutocrática reaparece. Profesorado universitario bien situado, o parientes de empresarios y de políticos en activo.  Con otros casos, que también los hay, de diputados que ahora mismo están en el parlamento y que cuentan en su haber el haber trabajado como activistas en protestas y manifestaciones de diversa índole.

 

Si queremos dirimir si la tesis de Weber sigue viva habría que preguntarse si estos pocos diputados "activistas" o "de la calle" juegan en podemos un papel puramente ornamental, o si por el contrario son líderes autorizados y reconocidos. Los seguidores y simpatizantes del nuevo partido querrán pensar lo segundo, pero mucho me temo que el devenir de los acontecimientos y la propia lógica política y parlamentaria nos empuja más hacia lo segundo. Y no por una cuestión de mala fé, de traiciones ideológicas o de malas artes. El motivo lo explica el propio Weber: la especialización de la política implica su profesionalización. El demos somos todos pero su representación es asumida por profesionales. La sospecha de plutocracia reaparece: para estar en el parlamento, hablar ente periodistas o elaborar argumentaciones jurídicas es preciso no sólo contar con un soporte económico suficiente fuera de la política, sino haber tenido una trayectoria con las oportunidades de formación suficiente. La vieja sombra de Weber no sólo ondea sobre los nuevos partidos. Nos ofrece una imagen realista de la política en la que las clases más bajas de la sociedad difícilmente estarán representadas. Para el autor alemán, cualquier alternativa sería mera sofistería. Más allá de sus ideas y planteamientos la cuestión ahora es si nosotros, aquí y ahora, estamos dispuestos a volver a creer que la democracia es posible y no esconde una plutocracia camuflada.