Quizás hayan dispuesto los azares del destino que la voz de Nietzsche resuene en muchas aulas de 2º de bachillerato entrada la primavera. El fin de curso suele coincidir así con la muerte de la filosofía, la moral y la religión: aún estamos con la duda de si sobrevivieron a los martillazos del autor alemán, que convirtió la libertad y la autocreación en valor supremo y trató de librarnos de pesadas y ancestrales cargas. Sin darse cuenta de que quizás nos estaba colocando en la espalda una mayor: su propuesta de vivir al margen de dictados e imposiciones racionales no parece estar pensada a escala humana. Por eso no es de extrañar que propusiera al "superhombre" como modelo antropológico. La invitación vitalista de Nietzsche ha penetrado en muchas esferas de la sociedad, pero no ha triunfado. Año tras año lo corroboro con un sencillo experimento que cualquier profesor de filosofía puede realizar en su aula: una provocación nihilista que siempre suele fracasar.
La situación es la siguiente: en medio de la explicación de Nietzsche abro la puerta de clase y animo a los alumnos a que abandonen el aula y se vayan a la calle, a que rompan las ataduras morales creadas por la sociedad, a que vivan al margen de las obligaciones rutinarias que esta nos impone. Año tras año permanecen todos en sus sillas, inmóviles. ¿Será que no ha llegado aún el tiempo del superhombre" ¿O será que nunca llegará porque sencillamente es una propuesta inhumana" Si se les pregunta a los alumnos por qué, incluso renegando del estudio, vienen a clase, la respuesta suele apuntar a lograr un futuro mejor. Algo que tampoco encaja muy bien con el eterno retorno que anula el pasado y el futuro frente a un presente esplendoroso. De una forma u otra, todos son conscientes de que la vida exige una dosis alta de renuncia y sacrificio, de esfuerzo que puede ir en contra de nuestros deseos más inmediatos, de nuestros impulsos e instintos. Renuncias que anulan nuestra vida aquí y ahora en favor de una vida futura.
Caben dos estrategias: o admitimos que la filosofía de Nietzsche no está hecha para el ser humano o retorcemos sus conceptos reconduciendo la voluntad de poder a la vida de trabajo intenso y renuncia. Quizás se podría entender la voluntad de poder como la renuncia que hago hoy para lograr realizarme mañana, para que todas mis facultades y capacidad alcancen en un tiempo cercano un mayor desarrollo. ¿Dónde queda lo dionisíaco en esta interpreción" ¿Podría entenderse como auténticamente nietzscheana" No sé yo si el autor alemán identificaría con el superhombre al estudiante de piano que dedica 10 horas diarias para lograr tocar en una orquesta o al doctorando de una universidad que dedica cinco o diez años de su vida a investigaciones cuyo resultado quizás no compense su esfuerzo. ¿Y el trabajo abnegado de tantos artistas, figura simbólica de Nietzsche, como podría ser Antonio López que dedica miles de horas a cada cuadro en busca de la perfección absoluta" ¿Es eso voluntad de poder" La filosofía de Nietzsche abre un abismo: de la imposibilidad que nos propone a la vida real y factible hay una distancia insalvable, a menos que terminemos distorsionando parte de sus conceptos o ideas. ¿Es compatible la voluntad de poder con una vida de renuncia y sacrificio" A ver si alguien nos saca de la duda...
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